miércoles, 29 de agosto de 2012

Creer en cosas que no son ciertas


Creer en cosas que no son ciertas

Que la izquierda continúe con su labor por capacitar a un número cada vez mayor de ciudadanos para ejercer su libertad.

Adolfo Orive
 
En días recientes, el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz fue invitado por la presidenta de Argentina, Christina Fernández, a impartir una conferencia respecto a los principales problemas financieros que vive el mundo occidental y cómo el país sudamericano ha hecho frente a la crisis de la deuda. En dicho evento, el economista emitió una sentencia: “Lo que nos mete en líos no es no saber, sino saber cosas que no son verdad”.


Lo anterior nos permite entender cómo los encargados de imponer la política económica en nuestro país llevan años incurriendo justo en ello, en acciones que no son verdad, que no sirven para la mayoría. No podemos hablar siquiera de una suerte de perversión, eso sería muy grave, pero sí de una inmensa y catastrófica equivocación en lo que a hacer frente a las dificultades se refiere.


Las ideas neoliberales, neoclásicas, importadas en buena parte por economistas formados en la escuela de Chicago están equivocadas; desembocaron en crisis de consecuencias desastrosas, y de las cuales estamos muy lejos de salir si no cambiamos drásticamente el rumbo.


Las recetas que los neoliberales han vendido como las idóneas nos llevaron a vivir en una burbuja de crédito. Pensaron que con un mercado desregulado y bajas tasas de interés crecería la economía. Creyeron cosas que no son ciertas y no actuaron según los intereses del país.


Lo único que ha crecido durante las tres décadas recientes es la desigualdad. Los ciudadanos han sido desplazados en su poder de decisión y éste ha pasado a unas cuantas manos. La clase trabajadora ni siquiera tiene ya la capacidad de celebrar pactos o alianzas para mejorar o por lo menos mantener sus condiciones laborales.


Las decisiones tomadas desde las estructuras institucionales han dejado de favorecer al 99 por ciento. Es decir, no existe libertad por más que los responsables de elaborar mensajes insistan en que con el neoliberalismo las masas son “libres”.


Somos testigos de cómo se reduce el gasto social y se presenta como “ahorro” abandonar a su suerte al recurso más importante de un país: el humano. Stiglitz fue enfático al señalar que existe una “falta de manejo” de la crisis, es decir, que los gobiernos —el mexicano, por ejemplo— no se hacen cargo más que para convertir en pública una deuda de particulares y asumir políticas de austeridad. Pero, dijo, no fue el déficit lo que generó la crisis, al contrario: “La crisis no fue ocasionada por un exceso de egresos, de gasto”.


Reducir al Estado a un mero espectador de cómo se especula, representa el peligro más grande en la historia reciente de nuestro país. Atravesamos por algo que en economía se conoce como “falta de demanda agregada”. Esto significa que no hay suficiente demanda que incremente la producción. Lo anterior impide que exista pleno empleo y se generen recursos.


Somos testigos de cómo la política económica, de quienes conciben al país como su patrimonio, recorta el gasto como medida para enfrentar la crisis, llevando inevitablemente a un alto nivel de desempleo, baja producción y disminución en los ingresos. Es evidente que esa “austeridad” tan de moda aconsejada por países como Alemania, hace más lenta la economía.


Sirvan de ejemplo dos países: Grecia y España. Este último tiene a más de la mitad de sus jóvenes en situación de desempleo. Cito nuevamente a Stiglitz:


“No hay economía que se haya recuperado de una crisis con austeridad. Lo que hace la austeridad es empeorar las cosas cuando hay deuda”.


La incertidumbre es generalizada, puesta en marcha en buena medida por los interesados en que las cosas no cambien, por seguir ensanchando la franja de la pobreza y la marginación, generada por un modelo que continúa imponiendo medidas que no son ciertas y los diarios esfuerzos por dilapidar el ejercicio de libertades.


A este respecto, el sociólogo francés Laurent Bonelli, acuñó el término “liberticida”, para referirse a la forma en que la sociedad acepta la limitación gradual de las libertades que tanto costó conseguir.


Considero fundamental que la izquierda continúe con su labor por capacitar a un número cada vez mayor de ciudadanos para ejercer su libertad. Por elegir e impulsar un modelo económico alternativo basado en el conocimiento, la producción, el desarrollo interno, el pleno empleo y la vida en comunidad.


Que a pesar de los intentos de nuestros adversarios por tachar de “populistas” las medidas encaminadas a incrementar los derechos sociales, las incrementemos, puesto que son indispensables para legitimar y hacer reales los derechos políticos, sobre todo ante la imposición, de la cual millones de mexicanos están en posibilidad de ser presa.


Es primordial que para no desperdiciar la enorme cantidad de recursos humanos con los que cuenta el país, construyamos opciones verdaderas, apegadas a la realidad, que dejemos de especular con la posibilidad de un mejor futuro y recuperar nuestra capacidad de decidir qué clase de nación queremos ser.

 

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