El PRIAN que se nos viene: ¿qué hacer?
El PRI y el PAN ya comenzaron a construir el
futuro (su futuro). Entre más tiempo tarde la izquierda en salir de su pleito
con el pasado, más frágil será su porvenir. Primero, es un hecho que el TRIFE
fallará a favor de Peña Nieto
y no habrá movilización o alegato jurídico que valga.
Y segundo, la alianza del PRI y el PAN que
comienza a advertirse permitirá a la nueva administración gobernar con tal
margen que puede darse el lujo de ignorar a los tres partidos del Movimiento
Progresista.
La izquierda tiene que reaccionar rápido o se pasará seis
años marginado del escenario político principal.
Si los lopezobradoristas siguen pensando que
Peña Nieto no aguantará dos años en el poder porque su gobierno será desbordado
por la realidad, como creían que iba a suceder con Calderón hace seis años, la
historia los dejará atrás.
Firmeza y elegancia en el proceso
poselectoral
Esto no quiere decir que tenga que tragarse
las irregularidades de las pasadas elecciones de manera pasiva. Sin duda, el
reclamo a las instancias jurídicas y la presión política ante el IFE y el TRIFE
encarecerá la factura para
los que quieran comprar a billetazos las siguientes elecciones.
Las denuncias del PRD, si son bien
canalizadas, deberán servir para mejorar las leyes electorales y obturar los
huecos que la ley y su mala aplicación aun permiten en materia de malas artes. Es una batalla que hay que dar.
Pero será más difícil construir si en el proceso se destruyen los puentes con
el IFE y el TRIFE de manera irreparable. Son
instituciones que necesitan ser apuntaladas y mejoradas sustancialmente, pero
poco se logrará si se les intenta reparar a mazazos.
De igual forma, el repudio a los resultados
debe hacerse con un ojo puesto en la opinión pública. Hay una gran diferencia
entre parecer un mal perdedor, en refunfuñado y potencialmente violento; o un
jugador responsable que busca el mejoramiento de los procesos democráticos. Una cosa es cuestionarle al árbitro
un penal discutible y otra reclamarle a empujones.
El resultado será el mismo (se cobrará el
penalti), pero la actitud de la afición en la tribuna y los comentaristas
deportivos será totalmente distinta. En todo caso, la izquierda debe asumir que
los medios de comunicación en
su mayoría juegan en su contra y que sus acciones serán
distorsionadas a la menor provocación.
Una vez que el TRIFE tome su decisión (no
habrá sorpresas), la izquierda debería concentrarse en hacer un saldo de las
irregularidades que pueden ser neutralizadas mediante nuevas leyes. Necesitará
de la opinión pública para ejercer la presión en las cámaras para conseguirlo.
Frente al PRIAN
En la medida en que Calderón siga siendo el
hombre fuerte del PAN, el gobierno de Peña Nieto tiene asegurada una alianza táctica que le pavimenta
el camino de la gobernancia. La decisión sobre MVS, la compra
de un nuevo avión presidencial, las cinco reuniones privadas que EPN y Calderón
han tenido en las últimas semanas, anticipan las negociaciones que habrá en el
futuro.
El panista hará lo que sea necesario para
garantizar su seguridad
política y jurídica en el próximo sexenio. Incluso darle al
gobierno la mayoría en el Congreso para las reformas constitucionales (sobre
las cuales, además, no
difieren sustancialmente ambos partidos).
Algunas reformas son imprescindibles, pero a
condición de que incluyan el punto de vista de las mayorías desprotegidas,
tradicionalmente representado por las izquierdas. Si el Movimiento Progresista
no teje bien su estrategia podría quedar fuera del diseño institucional que
rija al país en los próximos años.
En otras palabras, más privilegio a los
monopolios, mejores condiciones para el 50 por ciento que opera sobre la línea
de pobreza, normas autoritarias frente a la ciudadanía, los activistas y los
derechos humanos.
El peso físico de la izquierda en términos
institucionales no alcanza para contrarrestar al PRI y al PAN juntos.
Necesitará de las redes, de la opinión pública, de los universitarios, de los
movimientos civiles, de las ONGs. Y para ello requiere de una estrategia más inteligente que el mero
exabrupto o la acusación crónica de los males del sistema.
La izquierda tendría que convertirse en verdadero representante del interés
de la mayoría de los ciudadanos que no forman parte de los castas
privilegiadas. Esto significa construir propuestas viables frente a las leyes y
programas que emanen del gobierno. No se trata simplemente de vilipendiar lo
que venga de la administración pública. Se trata de construir de cara a una
sociedad más democrática y justa.
En ocasiones eso significa que habrá que
ofrecer opciones alternativas a las ideas oficiales, en otras bastará con
incorporar matices.
Hasta ahora el movimiento lopezobradorista
ha sido más eficaz para
denunciar que para proponer. Sin embargo, tiene el potencial
para conseguir lo segundo. La gestión en el Distrito Federal de AMLO y la de
sucesor, Marcelo Ebrard, se caracterizaron por su relativa eficacia y, sobre
todo, por su ingenio para sacar adelante proyectos ambiciosos e importantes.
Un liderazgo real y popular, paralelo al
presidencial, no significa un gabinete de sombra ni una banda presidencial
impuesta en un mitin espontáneo en el Zócalo. Significa una batería de
propuestas concretas estudiadas, profundas y viables que constituyan un
benchmarking para el gobierno. Significa, sobre todo, un acto de imaginación
constructiva capaz de conquistar a la opinión pública y presionar a la clase
política en el poder.
Eso es lo único que puede contrarrestar el
poder del PRI y el PAN que se nos viene encima. El carisma de Andrés Manuel y
sus quejas reiteradas o la capacidad de negociación de los Chuchos en los
pasillos de San Lázaro y los restaurantes de Polanco son un pobre contrapeso frente
al PRIAN.
Sólo una izquierda proactiva, vanguardista y verdadera
representante de la sociedad civil (no sólo de los pobres) será
capaz de resistir.
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