Autor: Roderick Long
—En esta alegre época del año, Mr. Scrooge, dijo el postulante tomando una pluma, deseamos, más que en otra cualquiera, reunir algunos modestos ahorros para los pobres y necesitados que padecen terriblemente a consecuencia de lo crudo de la estación. Hay miles que carecen de lo más necesario, y cientos de miles que ni aún el más pequeño bienestar pueden permitirse.— ¿No hay cárceles? preguntó Scrooge.
— ¡Oh! ¡Muchas! contestó el postulante dejando la pluma.
—Y los asilos ¿no están abiertos? prosiguió Scrooge.
—Seguramente, caballero, respondió el otro. Pluguiera a Dios que no lo estuviesen.
—Las correcciones disciplinarias y la ley de pobres ¿rigen todavía? preguntó Scrooge.
—Siempre y se las aplica con frecuencia.
— ¡Ah! Temía, en vista de lo que acabáis de decirme, que por alguna circunstancia imprevista, no funcionaban ya tan útiles instituciones; me alegro de saber lo contrario, dijo Scrooge.
—Convencidos de que con ellas no se puede dar una satisfacción cristiana al cuerpo y al alma de muchas gentes, trabajamos algunos para reunir una pequeña cantidad con que comprar algo de carne, de cerveza y de carbón para calentarse. Nos hemos fijado en esta época, porque, de todas las del año, es cuando se deja sentir con más fuerza la necesidad; en la que la abundancia causa más alegría. ¿Por cuánto queréis suscribiros?
—Por nada.
— ¿Deseáis conservar el incógnito?
—Lo que deseo es que se me deje tranquilo. Puesto que me preguntáis lo que deseo, he aquí mi respuesta. Yo no me permito regocijarme en Noche Buena y no quiero proporcionar a los perezosos medios para regocijarse. Contribuyo al sostenimiento de las instituciones de que os hablaba hace poco: cuestan muy caras; los que no se encuentren bien en otra parte, pueden ir a ellas.
—Hay muchos a quienes no les es dado y otros que preferirían morir antes.
—Si prefieren morirse, harán muy bien en realizar esa idea y en disminuir el excedente de la población. Por lo demás, bien podéis dispensarme; pero no entiendo nada de semejantes cosas.
—Os sería facilísimo conocerlas, insinuó el postulante.
—No es de mi incumbencia, contestó Scrooge. Un hombre tiene suficiente con sus negocios para no ocuparse en los de otros. Necesito todo mi tiempo para los míos. Buenas noches, señores.
“El Cántico de la Navidad”, Charles Dickens [1]
Para muchos críticos del libertarianismo, el retrato anterior de Scrooge captura perfectamente la actitud libertaria hacia los pobres: “Me ocupo de mis negocios; ellos deben ocuparse de los suyos. Si no pueden ganarse la vida, déjalos morirse de hambre”.
Por supuesto, los libertarios conocemos esa historieta sobradamente. Inclusive, todavía tendemos con demasiada frecuencia a dejarnos echar el papel del tacaño Scrooge y conceder que el ser libertario implica algún tipo de énfasis en ello o en la mengua de la compasión. Esto es un error y no solo nos afecta en nuestro propósito de ganar conversos al libertarismo, sino también en nuestros intentos, aún entre nosotros, de visualizar y formular las instituciones de una sociedad libre.
¿Quién come la torda?
La idea de que hay un conflicto entre el libertarianismo y la compasión está equivocada por tres razones. En primer lugar, esta idea presupone que los libertarios se encuentran invariablemente entre los más ricos y no como los posibles objetos de compasión. Los libertarios siempre son retratados diciendo “no deberían forzarme a ayudarte” y rara vez “no deberían forzarte a ayudarme”. No obstante, por supuesto que los libertarios dicen ambas cosas. Suponer que rechazar los derechos sociales evidencia una falta de compasión hacia los menos afortunados es suponer que los defensores de la libertad siempre son afortunados y buscan una excusa para no dar caridad o pagar impuestos, pero, en realidad, los libertarios se encuentran en todos los estratos económicos. He conocido libertarios millonarios como defensores de la libertad que no estaban seguros de cual iba a ser su próxima comida. Muchos libertarios están dispuestos a pasar por grandes dificultades en lugar de obtener beneficios de lo que ven como coacción; qué es y qué no es coacción es materia de frecuente discusión y debate entre libertarios. La visión marxista del libertarismo como una racionalización del interés económico de la élite capitalista no refleja la realidad. A “la élite capitalista” le gusta más hacer lobbying al gobierno para obtener favores especiales, protección legal y concesiones de monopolios privilegiados mientras que sus vecinos libertarios luchan por acabar con esto.¿Generosidad vs. Justicia?
Por un segundo supongan que es verdad que todos los libertarios son ricos ¿Demostraría esto que el rechazo de los libertarios a los derechos sociales es contrario con los valores de compasión y generosidad? No. Para empezar, el libertarianismo no es una exhaustiva teoría moral, sino que simplemente es una teoría de la justicia (una teoría acerca de qué derechos tiene la gente). La generosidad es la virtud que nos guía a dar lo que tenemos el derecho a retener, la justicia es la virtud que nos guía a dar lo que no tenemos el derecho a retener. Por lo tanto, el libertarismo como tal no tiene nada que decir de una manera u otra a cerca de la generosidad o qué requiera esta de nosotros. Culpar al libertarianismo por no tratar de la generosidad es como culpar a la física de no hablar de los mamíferos. Los físicos no tienen algo en contra de los mamíferos, por lo general, son mamíferos. Pero la física no es una teoría acerca de los mamíferos.Un libertario puede decir con perfecta consistencia que la generosidad exige a los ricos dar a los pobres, mientras que dice a la vez que la justicia requiere que los pobres, o sus defensores, se abstengan de tomar la propiedad de los ricos sin su consentimiento. Por lo tanto, los libertarios no tienen que ser tacaños o generosos (si los pobres realmente tienen derecho a la propiedad excedente de los ricos el liberalismo, al negar esto, sería injusto, pero no mezquino).
¿O acaso la queja es que los libertarios son tacaños en la entrega de derechos, ya que si realmente fueran generosos darían derechos de asistencia social a los pobres? Sin embargo, esto asume que los derechos son cosas de convenciones sociales. Si esto fuera cierto, cualquier convención, incluso el nazismo, sería automáticamente justo si suficiente gente lo acepta. Esto es absurdo. Por ello, los derechos deben ser materias de facto descubiertas a través del razonamiento moral y no algo “dado” en cantidades grandes o pequeñas que dependa de si el dador es tacaño o generoso.
Es verdad que los libertarios rechazan ser “generosos” con el dinero ajeno; pero más allá de lo que se pueda decir a favor o en contra de la voluntad de sacrificar la propiedad de los demás en vez de la de uno mismo para ayudar a otros, “generosidad” parece ser un término singularmente malo para ello.
El Estado vs. Los pobres
No obstante, en tercer lugar, supongamos que es correcto pensar que los derechos son objetos de distribución que se entregarán sobre la base de generosidad y compasión ¿Podría el libertarismo ser condenado por mezquino? De nuevo, no. Podemos presumir que el más generoso y compasivo sistema de derechos debe ser el que más ha mejorado la vida de los pobres y desafortunados. Los críticos del libertarianismo –y, con demasiada frecuencia, los libertarios mismos- suponen que los derechos sociales benefician a los pobres y que el libertarismo requiere el sacrificio de los pobres en nombre de los derechos de propiedad.Sin embargo, ¿los derechos sociales realmente benefician a los pobres?, los pobres necesitan bienestar, por supuesto, ¿pero necesitan derechos sociales? Una persona hambrienta necesita algo para comer y uno no puede comer un derecho a la comida. En base a la generosidad y a la compasión, por tanto, un sistema que garantice un derecho a la comida pero no sea muy exitoso proveyendo comida, seguramente sea menos deseable que un sistema que suministre comida de forma sostenida pero no reconozca ningún derecho a la comida.
En realidad, la situación es exactamente la inversa: es el sistema coercitivo de la generosidad forzosa el que mantiene pobres a los pobres, mientras que el sistema libertario de la cooperación voluntaria, sin ningún tipo de derechos de asistencia social, es un sistema de seguridad social más eficiente y beneficioso que cualquier sueño socialista.
La principal causa de la pobreza es que legalmente las regulaciones gubernamentales impiden a los pobres mejorar su condición. Las leyes de salario mínimo aumentan el costo a las empresas de contratar trabajadores no cualificados disminuyendo los puestos de trabajo provocando desempleo. Las leyes del control de alquileres aumentan a los propietarios el costo de proveer viviendas, lo que disminuye el suministro de alquileres aumentando la falta de vivienda. Leyes de licencias, restricciones de zonificación y otras regulaciones hacen que sea casi imposible para el pobre iniciar su propio negocio. Dos ejemplos: los adolecentes negros urbanos han sido procesados por trenzado de cabello al no poder costear los caros títulos de servicio de belleza y, en muchas ciudades, una licencia de taxi puede llegar a costar tanto como $100 000. Estas empresas de bajo capital son una vía natural para que la gente de escasos recursos empiece a ganar dinero y alcance la independencia, pero el poder coercitivo del Estado se los impide. (Para un ejemplo de cómo las leyes de otorgamiento de licencias médicas han privado a los pobres de la atención médica de bajo costo, consulte la sección ” How Government Solved the Health Care Crisis”). [2]
Todas estas leyes conspiran, ya sea intencionadamente o no, para afianzar los actuales estratos sociales manteniendo a los pobres en su pobreza y previendo que sean incapaces de competir (principios similares se aplican más arriba en la escala económica, como las leyes tributarias y las regulaciones económicas que afianzan el poder de las grandes corporaciones por aislarlos de la competencia de las pequeñas empresas. Dicho sea de paso, ayudan a osificarse a estas empresas en flojos monolitos jerárquicos e ineficientes)
Los marxistas tenían razón al pensar que la sociedad actual se caracteriza por las relaciones de poder que sistemáticamente empobrecen a las clases bajas al mismo tiempo que aumentan el poder de los ricos. Su error, sin embargo, fue identificar el capitalismo como el culpable. Adam Smith, un crítico social más atento que Marx, reconoció que los capitalistas bien podrían ser los principales enemigos del capitalismo. Los ricos a menudo prefieren comprar privilegios especiales del gobierno antes que enfrentarse a la disciplina de la competencia del libre mercado (el reciente debate sobre la política agrícola ha ignorado el hecho de que la mayoría de los subsidios agrícolas vayan a conglomerados gigantes del agronegocio en lugar de a las granjas familiares).
En efecto, el gobierno aumenta el poder de los ricos. Supongamos que yo soy un malvado billonario que desea conseguir un objeto X que cuesta un millón de dólares. En un sistema de libre mercado tengo que gastar un millón de dólares de mis propios bolsillos para conseguir mi objetivo. Pero cuando hay un gobierno poderoso, yo puedo (directa o indirectamente) sobornar a algunos políticos con unos pocos miles de dólares con el fin de conseguir el objeto X de un millón de dólares. Dado que los políticos pagan por X con dinero de los impuestos y no con el suyo, no pierden nada por este acuerdo.
La regulación del gobierno –en sus efectos y no en sus intenciones- es lo contrario a Robin Hood: roba a los pobres para dárselo a los ricos. Uno de los peores ejemplos de esto es la inflación, causada por la manipulación de la moneda por parte del gobierno. Un aumento en la oferta monetaria es un incremento de los precios y salarios – pero no inmediato. Hay un cierto tiempo de retraso para que los efectos de la expansión irradien a través de la economía. Los ricos -es decir los bancos y aquellos de quienes los bancos se prestan el dinero – obtienen el dinero nuevo primero antes de que los precios suban. Dado esto, ellos se beneficiarán sistemáticamente porque se ponen a gastar el dinero nuevo antes de que se refleje la expansión y los precios aumenten. Los pobres, en cambio, pierden de manera sistemática ya que obtienen al último el pinero nuevo y, por lo tanto, tienen que enfrentar precios más altos antes de que tengan salarios más altos. Por otra parte, los efectos asimétricos de la expansión monetaria crean auges y depresiones artificiales; como los distintos sectores de la economía están temporalmente estimulados por la recepción inicial de los nuevos fondos, la sobreinversión alentador del principio conlleva a la quiebra cuando los efectos del boom inicial prueban ser ilusorios. El desempleo causado por la mala inversión de los fondos a quien más duele es a los pobres.
“Así que tal vez en una sociedad libertaria sería más fácil para las personas pobres salir de la pobreza, pero si los programas de bienestar son eliminados, quién los ayuda mientras están haciendo ello?” La respuesta es que los programas de bienestar no se eliminarían, sino que se privatizarían. En la formulación de las instituciones fundamentales de una sociedad libre, debemos recordar siempre (a los estatistas seguramente se les olvide) que no todas estas instituciones deben crearse por medio de una ley.
La caridad privada es simplemente más eficiente que la asistencia social del gobierno debido a que las obras de caridad ineficientes obtienen mala publicidad y pierden las donaciones frente a otras instituciones de beneficencia de la competencia, mientras que los programas gubernamentales ineficientes dado que recogen su ingreso por la fuerza, no están sujetos a la disciplina del mercado y así pierden la mayor parte de sus ingresos en gastos excesivos.
No sólo un mayor porcentaje de la cantidad destinada a la beneficencia llegaría realmente a los pobres en un sistema de libertario de caridad, sino también probablemente aumentaría la cantidad destinada a la beneficencia ¿Por qué? Porque los benefactores tendrían más dinero para donar como resultado de una economía más libre y por lo tanto más próspera, con más empleo y de nula tributación. No sólo habría un mayor porcentaje de la cantidad dada a efectos del bienestar lleguen realmente a los pobres en un sistema de bienestar liberal, pero la cantidad original en sí, probablemente sería más alto también. ¿Por qué? Debido a que los que dan a la caridad tendría más dinero para dar, como resultado de una economía más libre y por lo tanto más próspero, más empleo, y de nula tributación. (Dado que los monopolios estatales que cuentan con acceso a los ingresos de los impuestos no tienen ningún incentivo para reducir costos – recuerde que el Pentágono pagó $ 1000 por un destornillador – lo que el Estado paga con nuestros impuestos es mucho, mucho más de lo que pagarían los individuos y organizaciones privadas, si pudieran gastar su propio dinero en las mismas cosas para ellos mismos).
Entonces, la gente tendría más dinero para dar a los pobres y más de la cantidad destinada a la beneficencia llegaría realmente a los pobres. Además, habría menos pobres que necesitan el dinero por las razones que ya he mencionado. Por lo tanto, en ausencia de regulación y distribución gubernamental, pedazos de pastel proporcionalmente más grandes de un pastel más grande llegarían a un menor número de pobres. En una sociedad libertaria la pobreza se vería virtualmente eliminada.
¿No hay cárceles?
Consideremos de nuevo a nuestro amigo de Scrooge dándole una segunda mirada al pasaje que he citado antes. Scrooge no ve ningún uso para las formas privadas y voluntarias de caridad. Sus soluciones al problema de la pobreza son todas soluciones gubernamentales: las prisiones, el trabajo forzoso (las correcciones disciplinarias), y la asistencia social del gobierno (la Ley de Pobres) con sus casas de trabajo de la Unión. El postulante argumenta que estas soluciones son ineficaces en el mejor de los casos y maléficas en los peores casos que ha llegado a escuchar; Scrooge, en cambio, se refiere a las soluciones gubernamentales como suficientes y desestima la caridad privada como una total pérdida de tiempo.¿Y este hombre se supone que es el arquetipo del libertarianismo? No lo creo. Pero la actitud de Scrooge hacia los pobres es, en efecto, el claro ejemplo de una ideología. Se llama estatismo. Y ya hemos tenido bastante de él.
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