Santos y las FARC negocian la paz en Colombia sin una tregua previa
El presidente colombiano apuesta por un país estable al abrir el diálogo con la guerrilla de las FARC, la más antigua de Latinoamérica, antes de que renuncie a la violencia
Andrea Peña
Bogotá
Era de esperarse. El presidente Juan Manuel Santos
sacó su “llave de la paz”, mencionada tantas veces en sus discursos y
entrevistas, y confirmó el lunes que su Gobierno viene haciendo, desde
hace algún tiempo, “acercamientos” con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la más antigua del continente.
Pero la noticia también fue una sorpresa. En mayo, las FARC atentaron contra Fernando Londoño, ministro del expresidente Álvaro Uribe, con una bomba en Bogotá que dejó dos muertos. En Cauca, en el suroccidente, no han dado tregua en sus ataques violentos contra los indígenas. Hace diez días, el mismo Santos denunció que esta organización tenía un plan concreto para matarlo a él. Y el pasado fin de semana, un coche bomba causó seis muertos, entre ellos dos niños, en el departamento del Meta.
La pregunta es, entonces, ¿por qué si la guerrilla sigue desafiando al Gobierno con terror, el presidente Santos decide sacar una bandera blanca y buscar el diálogo? La gran mayoría de los colombianos coincide en una respuesta: porque el país está cansado de tanta violencia. Muchos han sido los acercamientos fallidos, con consecuencias cada vez peores. El último intento fueron las conversaciones durante el Gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) en San Vicente del Caguán, que terminaron con secuestros de políticos, matanzas y el fortalecimiento de esta guerrilla, que engrosa las listas internacionales de organizaciones terroristas.
Según Luis Javier Orjuela, profesor de Historia de Colombia de la Universidad de los Andes, “para Santos, que es un tecnócrata, está claro que esta es la época de la globalización, del libre comercio, del capitalismo mundial, y eso sólo se hace con paz. Colombia ya no quiere seguir exportando conflicto, ya es hora que este país se inserte de verdad en la economía mundial”.
El presidente, quien logró sacar adelante en el Congreso el llamado Marco para la Paz que busca darle una salida política a los insurgentes, dijo en un discurso en la noche del lunes las condiciones en las que se están dando estos acercamientos: no se repetirán los errores del pasado (en clara referencia al Caguán); el proceso debe acabar con el conflicto y no prolongarlo; y no se desmilitarizará “ni un centímetro” del país para sentarse a hablar con esta guerrilla.
Y aunque no se ha dicho de manera oficial, ha trascendido en Colombia que este proceso se oficializaría el próximo 5 de octubre en Oslo, Noruega, país que al parecer ha prestado sus buenos oficios para que el gobierno y esta guerrilla pongan fin al conflicto de manera negociada. Ambas partes se han contactado, aparentemente, desde el pasado mayo con la ayuda de los gobiernos de Cuba y Venezuela.
Este mensaje, de manera general, ha caído bien en diverso sectores. Después de los ochos años del expresidente Uribe que fueron determinantes para doblegar militarmente a las FARC (2002- 2010) y los dos años del presidente Santos en los que también ha habido resultados contundentes como la muerte del jefe guerrillero 'Alfonso Cano', muchos creen que se ha llegado al momento perfecto para sentarse a hablar.
El expresidente Ernesto Samper (Partido Liberal) ha dicho que “nunca han estado tan alineados los astros como ahora en la búsqueda de una reconciliación nacional”. El fiscal general, Eduardo Montealegre, dio un ejemplo de lo positivo que sería un diálogo: “En el proceso de paz con el M-19 se hizo la negociación y la alternativa fue que pudieran participar en elecciones. Así tenemos hoy a un alcalde (de Bogotá) que perteneció al M-19”. Y en el Congreso de la República el presidente de la Cámara, Augusto Posada, aseguró: “Creo que es mejor tener a una persona de estas en el Congreso que repartiendo bala en el monte y atacando a la sociedad civil”.
Y aunque hasta el momento las FARC no se han pronunciado públicamente sobre el anuncio del presidente Santos, Timoleón Jiménez alias 'Timochenko', máximo líder de estas organización, dijo hace unos meses: “Nosotros (las FARC) creemos que vale la pena intentar romper ese círculo maldito y apostarles más bien a la reconciliación y a la paz”.
Sin embargo, también hay críticos. El más acérrimo es el expresidente Uribe, para quien las FARC son “narcotraficantes y terroristas” que deben someterse a la justicia. En un acto público en Barranquilla, se preguntó: "¿Qué dirán aquellos que dicen que hay que negociar todo con las FARC, pero cuestionan que el gobierno que lo ayudó a elegir negociara la desmovilización de los paramilitares, quienes tendrán que pagar una condena?", criticando una vez más al presidente Santos, a quien apoyó para llegar a la Casa de Nariño.
Ahora el inicio de los diálogos está en manos de un puñado de negociadores. Por parte del Gobierno están Frank Pearl, ministro de Ambiente y excomisionado de paz con Álvaro Uribe, y Sergio Jaramillo, asesor presidencial en temas de la guerrilla. Y por el lado de la guerrilla Rodrigo Granda (conocido como el canciller de las FARC) y Mauricio el Médico, quien sucedió al Mono Jojoy cuando murió en un bombardeo en 2010.
Pero la noticia también fue una sorpresa. En mayo, las FARC atentaron contra Fernando Londoño, ministro del expresidente Álvaro Uribe, con una bomba en Bogotá que dejó dos muertos. En Cauca, en el suroccidente, no han dado tregua en sus ataques violentos contra los indígenas. Hace diez días, el mismo Santos denunció que esta organización tenía un plan concreto para matarlo a él. Y el pasado fin de semana, un coche bomba causó seis muertos, entre ellos dos niños, en el departamento del Meta.
La pregunta es, entonces, ¿por qué si la guerrilla sigue desafiando al Gobierno con terror, el presidente Santos decide sacar una bandera blanca y buscar el diálogo? La gran mayoría de los colombianos coincide en una respuesta: porque el país está cansado de tanta violencia. Muchos han sido los acercamientos fallidos, con consecuencias cada vez peores. El último intento fueron las conversaciones durante el Gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) en San Vicente del Caguán, que terminaron con secuestros de políticos, matanzas y el fortalecimiento de esta guerrilla, que engrosa las listas internacionales de organizaciones terroristas.
Según Luis Javier Orjuela, profesor de Historia de Colombia de la Universidad de los Andes, “para Santos, que es un tecnócrata, está claro que esta es la época de la globalización, del libre comercio, del capitalismo mundial, y eso sólo se hace con paz. Colombia ya no quiere seguir exportando conflicto, ya es hora que este país se inserte de verdad en la economía mundial”.
El presidente, quien logró sacar adelante en el Congreso el llamado Marco para la Paz que busca darle una salida política a los insurgentes, dijo en un discurso en la noche del lunes las condiciones en las que se están dando estos acercamientos: no se repetirán los errores del pasado (en clara referencia al Caguán); el proceso debe acabar con el conflicto y no prolongarlo; y no se desmilitarizará “ni un centímetro” del país para sentarse a hablar con esta guerrilla.
Y aunque no se ha dicho de manera oficial, ha trascendido en Colombia que este proceso se oficializaría el próximo 5 de octubre en Oslo, Noruega, país que al parecer ha prestado sus buenos oficios para que el gobierno y esta guerrilla pongan fin al conflicto de manera negociada. Ambas partes se han contactado, aparentemente, desde el pasado mayo con la ayuda de los gobiernos de Cuba y Venezuela.
Este mensaje, de manera general, ha caído bien en diverso sectores. Después de los ochos años del expresidente Uribe que fueron determinantes para doblegar militarmente a las FARC (2002- 2010) y los dos años del presidente Santos en los que también ha habido resultados contundentes como la muerte del jefe guerrillero 'Alfonso Cano', muchos creen que se ha llegado al momento perfecto para sentarse a hablar.
El expresidente Ernesto Samper (Partido Liberal) ha dicho que “nunca han estado tan alineados los astros como ahora en la búsqueda de una reconciliación nacional”. El fiscal general, Eduardo Montealegre, dio un ejemplo de lo positivo que sería un diálogo: “En el proceso de paz con el M-19 se hizo la negociación y la alternativa fue que pudieran participar en elecciones. Así tenemos hoy a un alcalde (de Bogotá) que perteneció al M-19”. Y en el Congreso de la República el presidente de la Cámara, Augusto Posada, aseguró: “Creo que es mejor tener a una persona de estas en el Congreso que repartiendo bala en el monte y atacando a la sociedad civil”.
Y aunque hasta el momento las FARC no se han pronunciado públicamente sobre el anuncio del presidente Santos, Timoleón Jiménez alias 'Timochenko', máximo líder de estas organización, dijo hace unos meses: “Nosotros (las FARC) creemos que vale la pena intentar romper ese círculo maldito y apostarles más bien a la reconciliación y a la paz”.
Sin embargo, también hay críticos. El más acérrimo es el expresidente Uribe, para quien las FARC son “narcotraficantes y terroristas” que deben someterse a la justicia. En un acto público en Barranquilla, se preguntó: "¿Qué dirán aquellos que dicen que hay que negociar todo con las FARC, pero cuestionan que el gobierno que lo ayudó a elegir negociara la desmovilización de los paramilitares, quienes tendrán que pagar una condena?", criticando una vez más al presidente Santos, a quien apoyó para llegar a la Casa de Nariño.
Ahora el inicio de los diálogos está en manos de un puñado de negociadores. Por parte del Gobierno están Frank Pearl, ministro de Ambiente y excomisionado de paz con Álvaro Uribe, y Sergio Jaramillo, asesor presidencial en temas de la guerrilla. Y por el lado de la guerrilla Rodrigo Granda (conocido como el canciller de las FARC) y Mauricio el Médico, quien sucedió al Mono Jojoy cuando murió en un bombardeo en 2010.
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